La primera vez que visité la isla de Hrísey me sentí hechizado por su encanto. Recuerdo que hacía un día magnífico. El cielo se veía tan azul y despejado que se podía ver con claridad el horizonte. La arena cálida me permitió dar un reconfortante paseo descalzo. A pesar de estar próximo a la península, me sentía como si estuviera en otro país, en otro mundo. Pensé que quizás fuera el buen clima lo que me daba una exagerada impresión de belleza al recordar la isla, y que en un día gris y nublado mis sensaciones habrían sido otras. ¡No! Incluso con lluvia, Hrísey es igual de hermosa y cautivadora. Puedo imaginar lo fascinante que debe ser la isla bajo una tormenta de nieve invernal.
La isla de Hrísey, conocida como la “Perla de Eyjafjörður”, se encuentra aproximadamente a 37 km al norte de Akureyri. Con 8 km2 de extensión, la isla cuenta con 170 habitantes, que subsisten principalmente gracias a la pesca. Hrísey es conocida por sus mejillones y su pequeña fábrica local, en la que se prepara y envasa pesado seco.
En la isla encontraremos también una pequeña tienda, dos cafeterías-restaurante y un hostal. En verano, Hrísey es un destino bastante popular entre los turistas islandeses. Cada mes de Julio la isla acoge el Family Festival, una celebración en la que podremos disfrutar de música en directo, comida local, competiciones de orientación, juegos varios, paseos en tractor, rutas hasta la playa con el famoso payaso de la isla y muchas más actividades. Todas las tardes habrá espectáculos en el escenario del centro del pueblo. El sábado por la noche será especial: los asistentes se reunirán en torno a una hoguera para pasar la velada y cantar juntos. Desde el viernes a mediodía, los ferris empezarán a llegar desde Árskógssandur a Hrísey para acercar a la gente al Family Festival, (y también para traer provisiones). Si no te gustan las grandes multitudes ni te vuelve loco el turismo de masas, Hrísey es la mejor opción.
A mediados del mes de Julio recuerdo ver únicamente una tienda de campaña y dos kayaks en el camping de la isla, en el que se hospedaban dos entusiastas viajeros británicos. Aparte de ellos, la isla era un remanso de paz y relax. En Hrísey también vive una emergente comunidad de artistas. Los alojamientos para artistas están disponibles, con estancias de uno o más meses en la vieja escuela, convertida para la ocasión en un bloque de estudios para dar cobijo a la comunidad.
Gran parte de la isla de Hrísey es una reserva natural de propiedad privada, por lo que necesitarás el permiso del dueño para acceder a ella. Este lugar es un paraíso para los ornitólogos, no en vano hasta cuarenta especies anidan aquí cada año. Destacamos la especie más abundante, la Ptarmigan (pájaro con apariencia similar a un pequeño pollo). Si nos acercamos al extremo norte de la isla, podremos contemplar unas extraordinarias vistas desde el faro Hrísey. No muy lejos de la piscina y del centro deportivo hay una pequeña playa tan tranquila y desértica que tendrás la sensación de que has llegado al fin del mundo.
Las gentes de Hrísey son particularmente conocidas por ser conductores de tractores. Cuando te surja la necesidad de ir a algún sitio, seguro que alguien te ofrece la posibilidad de hacerlo de forma lúdica en un tractor-taxi. Si prefieres caminar, recuerda que la isla no es muy extensa. Sus 7.5 km de longitud y 2.5 km de anchura te permitirán conocerla dándote un buen paseo. Si tienes suerte, y el día es soleado y sin viento, creerás que Hrísey es lo más parecido al cielo en la tierra.
Francisco, Islandia-Tours.blogspot.com
Enero del 2016